Al balcón de la mirada
se asoma el alma.
Tu sonrisa le acompaña.
En el balcón de tu mirada
mi gesto descansa.
La voluntad entregada.
La nube que pasa
en el cielo azul
El sol que calienta.
Un rayo, un nubarrón.
Las hojas del árbol
su sombra, su color
En la fuente el gato.
El vuelo del moscardón.
En la piel la brisa:
ahora frio, luego calor.
El olor a yerbabuena.
El pájaro con su canción
De la alegría a la pena:
la culpa con su dolor.
La ansiedad, la envidia.
la lucha la ambición
La mente que no para:
en movimiento sin control.
El aire que sale y entra.
El latido del corazón.
Tu presencia y la mía:
consciencia, compasión
El cementerio de las jacarandas
En la curva que describe la Av. de España, entre la gasolinera BP y el paso inferior del ferrocarril, hay un terreno baldío, donde han empezado a aparecer ejemplares mutilados de jacarandas rodeados de grandes pocillas de riego. Parece ser que la mayor parte de ellos provienen de la obra de construcción de la nueva rotonda, situada junto al antiguo parque de bomberos, en la Av. 28 de Febrero.
Y digo bien, “sufrimiento”. Porque eso es lo que han padecido estos árboles. Y si no, sigamos la secuencia de operaciones que se han llevado a cabo sobre ellos, desde que fueron terciados (un eufemismo) en las aceras donde llevaban viviendo más de 20 años.
Sin las hojas, los árboles fueron privados de poder intercambiar oxígeno, anhídrido carbónico o vapor de agua con la atmósfera, y dejaron de respirar, transpirar y fotosintetizar. Asimismo, los cortes inferidos en las ramas dejaron al descubierto los tejidos vasculares por donde circula el agua y las sales minerales que obtiene por las raíces (xilema) y las sustancias elaboradas en las hojas que son distribuidas por todo el árbol (floema). Las altas temperaturas y la insolación directa produjeron la paulatina deshidratación del tronco y las raíces. A pesar de que aún conservaban las raíces (y los pelos absorbentes por donde efectivamente se produce la absorción de agua y minerales), ya no eran funcionales.
Conforme avanzaron las obras, los ejemplares fueron “arrancados”, que no trasplantados. Se practicaron sendos hoyos alrededor de los troncos, cortando todas las raíces que sobresalían de los cepellones definidos, que conservaron algo de tierra, en el mejor de los casos.
Y ya, por último, los ejemplares se transportaron y depositaron en hoyos que fueron rellenados con tierra que llaman “vegetal”(otro eufemismo), siendo posteriormente regados. Lo del riego tiene sentido para asentar la tierra, pero no para favorecer la implantación de los ejemplares en su nueva ubicación.
Si le hubieran hecho lo mismo a un animal, cosido la boca, tapado la nariz, quitado los órganos internos, expuesto al sol y dejado finalmente en un terreno baldío, ni tan siquiera se plantearían que pudiera sobrevivir después de haberle infringido actos tan brutales. ¡Y pretenden que lo hagan las jacarandas!
Evidentemente, la biología de vegetales y animales es muy diferente. Y ello hace que, a pesar de ser sometido a las brutalidades descritas, una planta pueda llegar a sacar brotes que se interpretan como un signo de vida y recuperación. Pero no, nada más lejos de la realidad, ya que esos brotes no son más que los “estertores”: el último intento agónico de un vegetal (que ya no un árbol) por sobrevivir.
Algunos dirán que todo este procedimiento de actuación sobre unos árboles que debían ser trasladados de sitio, no es más que un mero, y necesario, proceso transitorio para la recuperación de las jacarandas en otro emplazamiento. Y yo digo que, efectivamente: tránsito hacia la muerte.
¡Qué la tierra les sea leve!
Jesús J. Cuenca Rodríguez
Biólogo
Julio, 2022

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| Pomona y Vertumno. Francesco Melzi. 1518.1522. |
| Eucalipto colorado |
| Eucalipto azul |
| Eucalipto de madera de hierro |
Los poetas tardo-románticos Antonia Díaz y José Lamarque1 crearon en
Dos Hermanas un jardín, un paraíso en la tierra, un espacio mágico, como refugio
donde desarrollar su vida personal y su actividad artística. Aquí se reunían con
sus amigos, intelectuales y artistas sevillanos y extranjeros del último tercio
del siglo XIX en
animadas tertulias literarias. En este frondoso jardín, en torno a un
evocador palacio de estilo neomudejar, situaron caprichosas y exóticas
construcciones (un torreón almenado, grutas, ninféos, una montaña artificial con
una pagoda, una ría navegable con puentes, faro, monóptero y cascada); además
distribuyeron fuentes, estatúas de personajes mitológicos, esculturas de
filósofos y poetas clásicos y bustos de descubridores hispanos. También
edificaron un espacio para que anidaran los pájaros, un invernadero para plantas
exóticas y un museo de Ciencias Naturales. El jardín se completaba con una zona
boscosa de pino carrasco y lentisco al norte, un extenso huerto con cítricos al
sur, y diferentes edificaciones para el servicio (cocheras y casa del guarda). A
la entrada de la finca situaron un monumento del siglo XVII, recuperado por José
Lamarque: “la
Cruz de los Caballeros”.
les ocurrirá lo mismo a cuantos hayan leído la inmortal obra de Tasso y
contemplen aquel sitio en el que la señora de Lamarque ha escrito sus mejores
libros…” (seguir leyendo)
farmacéuticos malagueñosHaenseler y Pablo Prolongo muestran sus herbarios a un amigo: el botánico
ginebrino Edmond Boissier. Este observa con sorpresa unas ramas aciculadas recogidas en las meridionales sierras de Málaga, la disposición de las hojas sobre las ramas le recuerdan a las de un abeto… pero le produce extrañeza la presencia de un árbol de este género tan al sur. El botánico acompañado de