El
cementerio de las jacarandas
En
la curva que describe la Av. de España, entre la gasolinera BP y el
paso inferior del ferrocarril, hay un terreno baldío, donde han
empezado a aparecer ejemplares mutilados de jacarandas rodeados de
grandes pocillas de riego. Parece ser que la mayor parte de ellos
provienen de la obra de construcción de la nueva rotonda, situada
junto al antiguo parque de bomberos, en la Av. 28 de Febrero.
El
aspecto que ofrecen los ejemplares, en ese descampado, es realmente
tétrico y desolador. Recuerda más a las “cruces” de un
cementerio que a los árboles del proyecto de jardinería que
(supongo) han debido concebir sus promotores. Troncos oscuros
(característicos de esta especie), desmochados, apuntando al cielo,
y, supongo que, “rogando” por terminar su “sufrimiento” lo
antes posible. Nada más lejos del espacio verde al que parece estar
destinado ese terreno, según el PGOU de Dos Hermanas.
Y
digo bien, “sufrimiento”. Porque eso es lo que han padecido estos
árboles. Y si no, sigamos la secuencia de operaciones que se han
llevado a cabo sobre ellos, desde que fueron terciados (un eufemismo)
en las aceras donde llevaban viviendo más de 20 años.
Primeramente,
los ejemplares fueron desmochados por encima de la primera cruz,
dejando 2 o 3 cortas ramas, eliminando completamente la copa junto
con todo el follaje. Y así quedaron como dos meses, sometidos a una
fuerte insolación y temperaturas diurnas por encima de los 36ºC,
alcanzándose los 40ºC (y algunos grados más) durante varias
semanas.
Sin
las hojas, los árboles fueron privados de poder intercambiar
oxígeno, anhídrido carbónico o vapor de agua con la atmósfera, y
dejaron de respirar, transpirar y fotosintetizar. Asimismo, los
cortes inferidos en las ramas dejaron al descubierto los tejidos
vasculares por donde circula el agua y las sales minerales que
obtiene por las raíces (xilema) y las sustancias elaboradas en las
hojas que son distribuidas por todo el árbol (floema). Las altas
temperaturas y la insolación directa produjeron la paulatina
deshidratación del tronco y las raíces. A pesar de que aún
conservaban las raíces (y los pelos absorbentes por donde
efectivamente se produce la absorción de agua y minerales), ya no
eran funcionales.
Conforme
avanzaron las obras, los ejemplares fueron “arrancados”, que no
trasplantados. Se practicaron sendos hoyos alrededor de los troncos,
cortando todas las raíces que sobresalían de los cepellones
definidos, que conservaron algo de tierra, en el mejor de los casos.
Y
ya, por último, los ejemplares se transportaron y depositaron en
hoyos que fueron rellenados con tierra que llaman “vegetal”(otro
eufemismo), siendo posteriormente regados. Lo del riego tiene sentido
para asentar la tierra, pero no para favorecer la implantación de
los ejemplares en su nueva ubicación.
En
pocas palabras. Han convertido ejemplares de jacaranda de más de 20
años, con copas estructuradas, sanos y bien asentados en sus
respectivos emplazamientos, que proporcionaban ornato con sus flores
y sombra con sus copas, en simples troncos con dos o tres cortas y
gruesas ramificaciones, en la parte apical. Árboles que han perdido
los órganos para tomar el alimento en forma de sales minerales y
gases, así como el agua; que han perdido gran parte de la savia que
conservaban en su interior, tras permanecer a pleno sol y a
temperaturas muy altas; que han perdido los órganos que transforman
esos elementos minerales en sustancias orgánicas (azúcares,
fitorreguladores, aminoácidos, vitaminas, etc.); que han perdido
toda vitalidad para defenderse ante el ataque de hongos, insectos,
bacterias, etc. Esos, ya no son ni serán los árboles que fueron.
Si
le hubieran hecho lo mismo a un animal, cosido la boca, tapado la
nariz, quitado los órganos internos, expuesto al sol y dejado
finalmente en un terreno baldío, ni tan siquiera se plantearían que
pudiera sobrevivir después de haberle infringido actos tan brutales.
¡Y pretenden que lo hagan las jacarandas!
Evidentemente,
la biología de vegetales y animales es muy diferente. Y ello hace
que, a pesar de ser sometido a las brutalidades descritas, una planta
pueda llegar a sacar brotes que se interpretan como un signo de vida
y recuperación. Pero no, nada más lejos de la realidad, ya que esos
brotes no son más que los “estertores”: el último intento
agónico de un vegetal (que ya no un árbol) por sobrevivir.
Algunos dirán que
todo este procedimiento de actuación sobre unos árboles que debían
ser trasladados de sitio, no es más que un mero, y necesario,
proceso transitorio para la recuperación de las jacarandas en otro
emplazamiento. Y yo digo que, efectivamente: tránsito hacia la
muerte.
¡Qué
la tierra les sea leve!
Jesús J. Cuenca
Rodríguez
Biólogo
Julio, 2022